SABER MÁS...

jueves, 2 de abril de 2020

MI NIÑO MUERDE


En torno al primer año de vida, el niño experimenta muchas sensaciones y emociones nuevas, como la de aprender a relacionarse y comunicarse con sus semejantes y aprender a situarse en su entorno más inmediato.

Su actitud a esta edad, debe tenerse en cuenta siempre dentro de su propio contexto.

Puede ser traumático que te digan que tu hijo mordió a otro niño o sentir cómo te hinca los dientes a ti. Pero este comportamiento es bastante habitual a esta edad.




Los niños muerden cuando  no son capaces de manejar una situación y se sienten enojados o frustrados o bien pueden morder porque alguien les mordió a ellos. A esta edad, los mordiscos se suelen producir durante una pelea, cuando se sienten agobiados o cuando temen que les vayan a quitar algún juguete.

Saber que los mordiscos son algo común no es suficiente para que los padres se sientan tranquilos. No sólo porque nos disguste el hecho de que nuestro hijo muerda a alguien, sino porque los padres del otro niño pueden disgustarse mucho y la escuela puede tomar medidas disciplinarias.

Lo más importante es saber que los niños no quieren atacar. Prefieren jugar, explorar y disfrutar con sus amigos. Comprender lo que hay detrás de su comportamiento es el primer paso para conseguir que tu hijo no adquiera este mal hábito.

Como hemos dicho, las actitudes agresivas en los niños de esta edad, tales como los mordiscos, forman parte de su aprendizaje. Esto no quiere decir que tanto los padres como sus educadores, se tomen este hecho a la ligera o que no actúen de inmediato para corregir al niño sino todo lo contrario: Hay que poner límite a cualquier actitud agresiva en el niño, eso sí, sin añadirle más importancia de la que tiene.

Los educadores y los padres de un niño que muerde o de un niño que ha sido mordido por otro, han de saber que no existe intención de hacer daño.

Entre el primer y el segundo año de edad, el pequeño no se da cuenta de lo que está haciendo y aún no es capaz de dosificar la energía de sus reacciones. Por esto hay que estar pendiente de ellas para imponerle límites y hacerle comprender  que debe abandonar la actitud de herir a otros niños.

​​​​Los papás no deben tener miedo a imponer ​unas normas y unos límites al niño. No deben sentirse culpables, ni pensar que el pequeño se traumatizará o lo interpretará como falta de cariño.



Para corregir el ímpetu de morder, una buena herramienta es la de “distraer” a los dos pequeños implicados, ofreciéndoles una buena alternativa sobre la que concentrarse y explicarles que ése comportamiento no está bien de manera firme y decidida, sin reírle la gracia al comportamiento, haciendo ver al agresor, el daño que ha causado a su semejante, y siempre teniendo en cuenta la capacidad de comprensión del niño. Cuando la actitud es reiterativa, quizá haya que hacer comprender los límites imponiendo las normas. Para ello hay que tener en cuenta:

  • El adulto siempre ha de conservar la calma, aunque la situación sea tensa. No es conveniente «perder los nervios». Primero, separa a los niños y asegúrate de que estén lo suficientemente tranquilos como para no intentarlo de nuevo.

  • Ayuda a ambos niños. Tanto el niño que muerde como el mordido lo necesitan. Primero revisa el daño y hazlo con cariño y calma. No mostrarse frio o distante con el niño que mordió, lo ayudará a sentirse seguro para expresar sus sentimientos sobre morder y sobre lo que lo llevó a morder. Cuando se hayan calmado, comenta con los niños lo que ha pasado, escoge un momento tranquilo para preguntar: “¿Cómo puedes hacer que otra persona sepa que estás enojado sin lastimarla?” y “¿Cómo puedes pedirle ayuda a un adulto cuando no te gusta como te tratan otros niños?”

  • Dile de forma sencilla y directa que morder duele y que no se hace. Aunque te sientas tentada de explicarle lo serias que han sido sus acciones, hay que evitar la dureza en los castigos y no dejar de lado al niño que ha mordido. Podría aparentar que no le importa lo que hizo, o como que no se da cuenta de que le ha causado dolor al otro niño. Pero lo más probable es que en realidad sepa muy bien lo que ha sucedido.

  • Pon en práctica pequeñas escenas para abordar estas situaciones (“Ahora tú finge ser Marta, una amiga de la escuela infantil, y quítame mi juguete”). Es posible que aprenda algunas frases que puede usar más adelante (“¡No! ¡No me gusta!”). Muchos niños en edad preescolar muerden una vez, piden ayuda a un adulto y nunca vuelven a morder.

  • Si los papás establecen unas normas, es muy importante que se hagan explícitas, es decir, que el niño sepa exactamente qué es lo que se espera de él.

  • Ten siempre una actitud amorosa hacia tu hijo. Esto puede ser difícil cuando estás evitando que muerda. Pero recuerda cuánto amas a tu hijo, de esa forma puede que se sienta seguro para explicarte porqué se siente triste o enojado. Es posible que tengas que intervenir muchas veces antes de que logre dejar su impulso de morder.

  • Si la actitud se mantiene y es necesario reprender, recuerda que los castigos han de tener una duración limitada. No es útil prolongarlos, ya que pueden causar ansiedad en el pequeño. Si se utiliza el “tiempo fuera”, el niño no debe ser separado del grupo más de 1 minuto por año de edad.

  • El tiempo fuera, no significa sacarle de la misma habitación donde se está, y de ninguna manera, significa dejar solo al niño, sino apartarle a un lado del grupo de tal manera que vea que los demás siguen con su actividad y él no participa en la misma por su actitud y que es esta lo que debe modificar. De este modo, también conseguimos que el límite impuesto, sea reconocido por todos los niños del grupo y entiendan el mecanismo acción-reacción.
  • Al finalizar los minutos de tiempo fuera, se recibe al niño de nuevo en el grupo con una actitud positiva por parte del adulto. Dando por hecho en voz alta, que el niño se va a portar bien a su regreso.

  • Reforzar las conductas positivas.A esta edad, los niños generalmente disfrutan en hacer amistades. El morder generalmente para alrededor de los 2-3 años, cuando el lenguaje y las habilidades sociales de los niños están más desarrolladas. Fortalece la inteligencia emocional de tu pequeño alabando el buen comportamiento que le ayudar a hacer nuevos amigos y a conservar los que ya tiene.



La mayoría de padres tiende a prestar mayor atención a las conductas negativas de sus hijos, porque son las que molestan y llaman la atención. Pero no debemos olvidar que el refuerzo positivo es más educacional para el niño, dado que le motiva más a los buenos hábitos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario